Velázquez, Rembrandt, Vermeer. MIRADAS AFINES
Alejandro Vergara, jefe del Departamento de Conservación de Pintura flamenca y escuelas del Norte hasta 1700 comisaría la muestra presentada en el Museo del Prado desde el 25 de junio hasta el 29 de septiembre de 2019, coincidiendo con la celebración del Bicentenario del Museo.
Se trata de un ambicioso proyecto que, con el patrocinio de la Fundación AXA y la colaboración especial del Rijksmuseum de Ámsterdam, se dedica a la pintura holandesa y española de finales del siglo XVI y del siglo XVII.
La exposición, compuesta por 72 obras procedentes del Prado, el Rijksmuseum y 15 prestadores más – el museo Mauritshuis de La Haya, la National Gallery de Londres o el Metropolitan de Nueva York, entre otros-, propone una reflexión sobre las tradiciones pictóricas de España y los Países Bajos. La intención es buscar los puntos en común de los artistas de estos dos países más que las diferencias entre ellos. Por encima de la evidente calidad pictórica que los une, siempre se ha hecho hincapié en los distintos patronos -la Corona, la Iglesia, la aristocracia en el caso español frente a los gremios y clase media neerlandesa-. Ello comporta temáticas diferentes -religiosa, retratos de grandes personalidades en España y escenas costumbristas o retratos colectivos en el territorio conocido entonces como Provincias Unidas-, lo cual se percibe claramente en las salas.
La primera vez que se visita esta Exposición, se tiene la impresión de ir a recibir a un antiguo amigo quien no ha venido nunca a nuestra casa. Pocas veces se han traído cuadros de Rembrandt, Frans Hals o el resto de pintores de dicha escuela. La muestra supone una auténtica delicia para el ojo debido a la calidad de lo expuesto, aunque se echan de menos algunas grandes obras del Prado como el “Gallo muerto” de Gabriël Metsu, el “Filósofo” de Salomon Koninck condenadas al ostracismo en la segunda planta del Museo e, incluso, el supuesto “Autorretrato” de Rembrandt el cual ni siquiera aparece en el catálogo digital.
La ausencia de estos cuadros tal vez sea debido a una supuesta imposibilidad para encajarlos dentro del pretendido diálogo entre ellos, intelectualizado en exceso. Posiblemente, la solución sería dejar a las obras libres con el objeto de que fueran ellas mismas las que mostraran su mensaje al espectador sin necesidad de intermediarios ni comparaciones un tanto artificiales.