Egipto y su arte es un foco de atracción turística innegable. Las pirámides y los faraones que mandaron construirlas han hecho correr ríos de tinta. Hoy día es extraño no encontrarse a diario, en los canales de Historia, con un programa donde se reproducen, de manera virtual, todas estas construcciones.
No obstante, dentro de este mundo quedan enigmas por resolver, uno de ellos el de los palacios.
Conocemos los enterramientos de los faraones pero ¿dónde vivían? Hace unos años, se encontraron sumergidos en el mar Mediterráneo, cerca de Alejandría, la que se supone fue residencia de Cleopatra y Marco Antonio. ¿Y el resto? Ramsés II, Akenaton, Amenofis III, la reina Hapshesut… Keops, Kefrén, Mikerinos los de las grandes pirámides… Se estudian una y mil veces sus tumbas pero nadie sabe donde pasaban su vida terrena.
Los arqueólogos defienden la idea de que los palacios eran de abobe, al igual que el resto de construcciones, y la piedra se reservaba para los grandes templos y construcciones funerarias. Sin embargo, ¿un dios como era el faraón vivía en residencias como el resto de los mortales? ¿Sólo se utilizaba la piedra para la vida futura y no la presente?
Y surge una pregunta: ¿No sería que los faraones vivían en los templos? Luxor, Karnak, Ramesseum, pudieron servir de residencia al gran dios terrenal quien luego, tras su muerte, pasaría a las grandes construcciones funerarias, sin descartar que éstas fueran también utilizadas en vida, ¿no lo pudo ser el templo funerario de la reina Hapshesut?
Mucho más próximo a nosotros en el tiempo, Felipe II, quien no fue faraón pero sí más poderoso, hizo construir en granito un complejo en forma de cubo donde vivió, murió, fue enterrado junto a toda su familia y con espacio suficiente para un templo, un monasterio, una gran biblioteca y una escuela: el Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial. ¿Sería algo similar lo realizado por los faraones?