Sin duda, del Guernica (Museo Reina Sofía, Madrid) como de toda gran obra maestra, se pueden hacer múltiples lecturas. Pablo Picasso, en su genialidad, tendría almacenadas, en su memoria, infinidad de imágenes de su herencia española. Antonio D. Olano, gran amigo del pintor, dice lo siguiente en su libro:
“El 23 de octubre de 1981 fue presentado a los enviados de la prensa internacional en su nueva instalación y sede, en la sala del Casón del Buen Retiro. En definitiva, en el Museo del Prado, que es donde Pablo Picasso quería que fuese exhibido su lienzo, en unión de los sesenta y un bocetos que lo acompañaban” [Legado Picasso].
“La polémica siguió a este acontecimiento, y un pintor que conoció a Picasso, Pepe Díaz, un día miembro del Partido Comunista español, nos explicaba que el Guernica es un fraude, que Picasso recibió el encargo de la República, para el pabellón español de París. Y que recurrió a un viejo trabajo, que se puede adivinar si miramos detenidamente el cuadro. Se trata de una corrida de toros en la que el picador está caído debajo del caballo. Lleva en sus manos una pica, cortada por el medio. El toro está expectante y hay varios personajes detrás de la barrera, que chillan y se desesperan, mientras un torero sale al quite. El toro presencia la escena, puesto a intervenir.”
“Delante de Jacqueline, Picasso me confesó en más de una ocasión que aprovechó otros bocetos para hacer el Guernica.”
(Antonio D. Olano, Picasso y sus mujeres, Madrid, 1987, pp. 265-267)